La tribu del lobo pdf




















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Eso hazlo fuera. Se esparcen por todas partes… Se meten en la comida y en todo. Miraba a los hombres de reojo. Si vamos al norte estaremos a las puertas de los Otros. Se llevaron a muchas mujeres y destruyeron el campamento. Esos Otros son malos hombres. Cree que hay un modo de echarlos, de conseguir que nos dejen en paz. Que vaya a buscar la muerte. Mi vientre no es lugar para una flecha. Yo me voy a comer la carne. Ese no es Su estilo.

No me importa lo que diga Rama Rota. El viejo tiene Poder. La respuesta es ir al sur, o volver por donde vinimos. Tal vez bayas heladas barridas por la Mujer Viento, si no otra cosa. Bajo el mortecino resplandor del fuego, El que Grita miraba el hueso mientras Agua Verde se arrastraba hacia la carne.

Lobo que Canta era el mejor artista de la tribu. Eso es como comerse los mocasines sudados de alguien. Las dos ancianas estaban sentadas muy cerca una de otra. Los profundos pliegues de sus arrugados rostros relumbraban grasientos a la luz del fuego. Me has dicho cien veces… —Bueno, olvida lo que te haya dicho. Tu problema es que te atascas.

Roca Gris hizo un gesto vago con la mano. Te necesito. Ahora su Poder ha desaparecido. Claro que me acuerdo. Hicieron falta muchos cazadores para agarrarte mientras el viejo Un Ojo te sanaba. Yo me voy al norte. Tu hijo debe quedarse contigo. Lobo que Canta y ese indeciso de El que Grita se van con Luz.

Hay algo malo en su sangre. Sangre, mala sangre. Les oigo. Dijo que necesitaba estar sola. Hablaba por hablar. Una vez que estoy de pie, me las arreglo bien. En cuanto empiezo a andar, ya no me paro.

No era nada nuevo. No tenemos mucho tiempo. La luz dura muy poco. Estoy preparado. Ella es suya. Su padre se la dio para pagar por las curas. Le pertenece. Una voz en particular se elevaba sobre las otras, la voz de una mujer. Eso le asustaba. Pero acechaba una duda, y los susurros de trucos y magias apenas eran audibles bajo su fe. La nieve reptaba como la niebla cerca del suelo, agitada por la brisa glacial. Los cuervos surcaban el blanco cielo resplandeciente y el sol arrancaba destellos de plata.

No me dejes solo. Sus cabellos negros, largos hasta la cintura, danzaban en torno a los bordes de su capucha. Cosas que le han dado mi alma.

Ven conmigo, Zorra Danzarina. Yo puedo protegerte. Durante un buen rato. Sabes que no puede». Rayo de Luz se dio la vuelta bruscamente y vio a Cazador del Cuervo que se levantaba.

Siempre has sido raro. Pero siempre te admiraron a ti. Y mientras el mundo se nublaba y oscilaba ante sus ojos, unas palabras involuntarias le asaltaron la garganta. Somos el futuro. Te lo aseguro. Creen que puedo salvarles. Sus ojos buscaron a Zorra Danzarina, que estaba reuniendo sus cosas para su viaje hacia el norte. Te ha salido competencia. El rastro.

Ella se dio la vuelta para mirarlo. Tal vez controles mi alma, pero no mi mente. Subieron en fila india a un risco barrido por el viento; era gente cansada sin un.

Demasiadas esperanzas y deseos destrozados bajo las pieles marrones parcheadas de blanco del mamut. Ahora ella se iba. Gracias a la Bendita Tribu de las Estrellas, era siempre muy breve. Sus dolores remitieron hasta la nada. Te odio, entonaba en silencio una y otra vez.

Caminaron durante horas hasta que llegaron a un risco rocoso que tuvieron que escalar a cuatro patas. La zona estaba moteada por enormes cantos rodados, y las dunas se elevaban unos seis metros.

La luz del sol se reflejaba en la nieve con tal resplandor que casi cegaba. Cazador Rapaz caminaba a buen paso, y su sombra negra se perfilaba como una mosca sobre el sebo mientras escalaba las dunas en busca del mamut o el Abuelo Oso Blanco.

Ahora, sin perros que pudieran avisarles, estaban sometidos al constante peligro de los predadores. Caminaron con dificultad durante horas. No puedo quedarme contigo, viejo. Prefiero morir. La tormenta arreciaba sobre ellos en neblinosos mantos cristalinos, oscureciendo la planicie, pero siguieron caminando.

El grupo se fue borrando hasta convertirse en una cenicienta cuchillada y finalmente. Tengo que escapar. El pelo le flameaba salvajemente delante de los ojos. Sus ojos se clavaron en el muro de hielo y erraron por huecos azules y retorcidos bultos. Pero el hambre. Ella no dijo nada. Digamos que ha sido por curiosidad. Me has seguido. No he vuelto con el grupo.

Si intentas escapar, nunca corras por los lugares elevados. La gente puede ver tus movimientos desde una distancia sorprendente. Se maldijo en silencio. Era su estilo. Quiero decir, aquella peculiar ceremonia en la cima del risco, y tus ojos clavados en los suyos. Eso es algo que siempre he admirado en ti. Para tu padre. A Zorra Danzarina las palabras se le congelaron en la garganta.

No quedaba nada por decir. Sobre todo entre mi hermano y yo. Nuestros padres, Gaviota y Garra de Foca, le amaban. Pero ya veremos. Las cosas han cambiado. Yo he matado al Abuelo Oso Blanco. He matado al Abuelo Oso Blanco por ti. Yo lo puedo manejar. Yo me marcho en cuanto amaine la tormenta. No te queda nadie. Cualquier hombre, en cualquier momento. Es curioso. Nunca se lo he dicho a nadie. Son cosas dispersas, inconexas. Te llevo de vuelta. Nos espera un largo viaje hasta alcanzar a la Tribu.

Un hondo dolor relumbraba en sus ojos negros. Los ojos de Zorra se entrecerraron de miedo. No, eso nunca. Lo he visto, simplemente. Como el cabeza hueca de mi hermano. Pero esto es real. Tengo que casarme contigo o destruirte. El fuerte abrazo la hizo caer. Es tan guapo como Luz. No lo hagas. Tengo que hacerlo. Que me haga lo que quiera. Pero yo… yo te lo pido. Llamador de Cuervos. No es una mala mujer. Los miembros de la Tribu contuvieron el aliento y miraron temerosos a Llamador de Cuervos.

El ojo sano del viejo llameaba mientras el blanco atravesaba a Zorra con su ciego rencor. Es mejor morir. No es culpa tuya… no te sientas responsable. Pero esto es un error. Eso es mucho mayor castigo que acabar ahora con sus miserias.

Entre sus dedos descansaba una larga flecha, lista para atacar. Todos estamos hambrientos —dijo pensativo. Pero parece que hemos pasado la prueba. Recuerda que me debes la vida. Tres chiquillos caminaban delante de ella. Cuatro semanas para que llegue el hambre. Nosotras ahorramos nuestro aliento y esfuerzo para caminar.

Las hay peores. O uno se puede romper una pierna en un sitio donde nadie puede ayudarle, y ser devorado por el Abuelo Oso Pardo. Se le hincharon tanto las piernas que se le reventaron las botas. Sobre su cabeza, el malvado viento fustigaba el techo de piel del refugio. Alguien que les observaba desde arriba. A veces los hombres no pueden dormir cuando van a morir. La conozco. Al menos la he sentido antes. Tal vez es un problema de gustos.

Ya es adulta. No hace falta mirar para conocer tu flecha; la reconoces por la textura, el equilibrio, el peso. Esquirlas de oro se reflejaron en sus ojos entrecerrados. Tienes que admitirlo: nos han echado de nuestras viejas tierras. Durante dos semanas estuve sin comida. Era como una cura. Su pelo largo ondeaba al viento. El agua estallaba a sus pies. Intentaba escapar del horror.

Somos el uno». Me siento compelido, como si la bruja me impulsara a llevar a todos los clanes hacia el sur. El Enemigo se dispersa ante nosotros como las gaviotas cuando les lanzas una piedra. En todo esto hay una cosa segura: esos cobardes Enemigos a los que nos enfrentamos son pocos, y cada vez quedan menos. Y nuestro clan puede apartarlos del camino como si fueran moscas.

Un joven alto y furioso. Le he visto reunir sus flechas y llevarnos a la muerte. Y la Tribu era responsabilidad suya. La carga le abrumaba como el peso del colmillo de un mamut en el hombro. Estoy demasiado cansado. Arriba, siempre hacia arriba. La roca negriazul, destrozada y castigada por el viento, se alzaba imponente en la noche oscura. Y muy poca comida. Un profundo y punzante dolor atormentaba a Zorra, Deseaba entrar y sostener en sus brazos a la anciana, acunarla mientras derramaba sobre ella palabras de amor y gratitud.

Pero era una paria. Su aliento era una niebla blanca en el aire. Tienen mucho miedo de que tu alma maldita le impida ascender a la Sagrada Tribu de las Estrellas.

Sus ojos pensativos relumbraban oscuros a la luz de la luna. Los gemidos se alzaron agudos desde el refugio y hendieron el viento. Ya se tambaleaba sobre sus piernas vacilantes. Y no puedo hacer nada, maldita sea. Te amo. Yo soy la esperanza de la Tribu. Yo no… no puedo verlo todo. Yo tengo que salvar a la Tribu. Algo que cambia a la Tribu. Llevaban los restos de Roca Gris a la cima de la duna, cantando para elevar su alma a la Sagrada Tribu de las estrellas.

Aquella noche, Cazador del Cuervo no vino a ella. Las paredes de nieve de la cueva de hielo brillaban a su alrededor en color naranja. Vio que su marido la miraba, esperando sus palabras. Para matar hace falta fuerza.

Los conejos han desaparecido. Unos ojos hundidos le devolvieron la mirada—. No sois dignos del don del Lobo. Ni siquiera en aquellas circunstancias estaba. Para sobrevivir. Es peor que cualquiera que podamos recordar. Al menos la nieve ha sido barrida de los cerros.

El hambre le ha vuelto loco. Sus ojos marchitos relumbraban bajo la oscilante luz. Todo el mundo contuvo el aliento al ver la mirada hostil de su rostro ajado—. Esperas que los otros corran todos los riesgos y luego te pones a dar brincos y a criticarlos. Nos absorbes el alma a todos con tus envidiosos gemidos. Las amargas palabras se le agolpaban en la lengua. Tienes en tu interior las facultades, pero siempre has sido demasiado cobarde para sacarles provecho. Lobo que Canta… —No lo intenta demasiado.

No culpes a Lobo que Canta. Eso hace perder el seso. Era real. Agua Verde le dio unas palmaditas. La Tribu se acurrucaba en las pieles con los ojos hundidos de hambre. Nuestro descanso final, dijo en silencio. La media luz de la Mujer Luna relumbraba en las cumbres. Eso no puede suceder. He encontrado comida. Estaba cansado. La mayor parte de un cuarto trasero. Se le resbalaban los pies sobre el cerro helado mientras tiraba del trozo de carne congelada—. Luego se apoyaron en las rocas, jadeando.

Lobo que Canta se comportaba como un hombre que estuviera a punto de reventar. Eso es lo que vamos a encontrar. Dentro de una semana volveremos a pasar hambre. El Lobo ha cuidado de nosotros. Deja de intentar que todo el mundo… La risa recriminatoria de Lobo que Canta le hizo callar. Los Otros. Unos lobos los observaban con cautelosos ojos amarillos.

La carne del lobo es asquerosa, pero es carne. Los lobos se han llevado la mayor parte de la grasa. Pero es. El sentimiento de culpa brillaba en sus ojos. Uno a uno empezaron a caer los miembros del grupo de Llamador de Cuervos. A veces lo lograba, a veces, no. Rayo de Luz estaba en lo alto de una rocosa colina. Lo intentaba una y otra vez, brincando y saltando en vano. Rama Rota lo vio. Cansada y helada.

Lo siento en las articulaciones. Ahora tiemblo mucho cuando no me muevo. Que ya no hay fuego en mi cuerpo. Ya no hay fuego, muchacha. Y ahora, mira. Una mujer maldita expulsada por ese idiota de Llamador de Cuervos. Sacaron de las bolsas las raquetas de nieve y las ataron a las botas. Rayo de Luz masticaba una fina tira de carne cruda congelada. Era muy poca cosa. Una comida suficiente para mantenerles vivos. Los hombres estaban apoyados tristemente contra los irregulares muros de hielo.

Vieja loca. Liebre que Salta se puso a la cabeza de la marcha, caminando sobre sus raquetas de nieve. En su recuerdo, las grandes praderas y las relumbrantes pieles de los animales brillaban en aquella vasta exuberancia. Vive, Abuela, vive. Aquello era el fin.

Siento los pies como si estuvieran sobre carbones. Estoy bien. De verdad que no. Es como quedarse dormida. Los huesos bajo la magra piel de la anciana eran tan quebradizos como ramas secas. La nieve se agolpaba en sus ropas. Eran excrementos de invierno, llenos de astillas. Ni siquiera esa esperanza penetraba en los ojos sin brillo de la Tribu. Yo… yo soy el responsable. Has actuado con honor. No les juzgues con tanta dureza.

Las dunas les rodeaban como si fueran muros. Se enfrenta a algo que no comprende. Por primera vez desde que mamaba de la teta, se siente incapaz de mantener a su familia. Se consideran responsables de muchas cosas que no son culpa suya. Tiene miedo de que Amanecer le deje por otro hombre, otro hombre que la cuide mejor. Ella le ama. Tenemos que hacerlo.

Yo creo en ti. Amanecer Sonriente, Ocre y Rama Rota creen en ti. Todos sabemos y apreciamos lo que has hecho. Los carbones rojos relumbraban en torno al lecho del fuego rodeado de piedras. Antes de salir, puso al fuego un par de gavillas de madera. La nieve se arremolinaba en las tinieblas como una cascada. No, no era bueno dejar que se le mojara la cabeza. Si no se la protege bien, la cabeza pierde mucho calor. A punto estuvo de no verlo. Buen chico.

Un rastro de mamut. A casa, Negro. Caminaron una eternidad. El aire le desgarraba los pulmones a Garza. Estaba muerto de hambre. Los perros alborotaban ansiosos, percibiendo su inquietud. Por fin has vuelto. Caminaba sobre las resbaladizas rocas al borde del agua, y de pronto se detuvo. Estaba siguiendo tu rastro. Tan regular como la llamada del chorlito, el enorme animal caminaba hasta el manantial para absorber las aguas minerales y vadeaba el humeante lago.

Hizo un gesto con la mano para mantenerlos en silencio. Era un animal enorme. La niebla que se alzaba en remolinos del agua termal casi le ocultaban de su vista. Es mejor que te vuelvas con tus vacas. Es mejor que tengas cuidado. La brisa jugueteaba en la superficie deshilachando las brumas y formando cristales helados en su pelo. Aquel manantial era un tesoro. En lo alto de las rocas y oculto por la bruma, un geiser siseaba lanzando hacia el cielo un chorro de agua caliente entre nubes de vapor.

Luego se puso sobre el calor dejando que se secara su cuerpo antes de vestirse. El chico estaba sentado al otro lado del fuego y la mirada perpleja. Era un muchacho bien parecido, alto y ancho de hombros, de perfecto rostro oval, ojos grandes y labios gruesos. No estaba acostumbrada a emplear la voz para hablar con un ser humano. Le abrumaba una terrible carga que traicionaban sus ojos ansiosos. El hambre hace cosas raras en la mente.

Cambiaba las visiones. El muchacho dio un respingo. Ha estado entre nosotros desde… —Bueno, puede que no dure mucho tiempo en cuanto yo la atrape. Habla mucho de ello. Una vez, hace mucho tiempo, hubo un hombre. Un gran cazador. Era famoso por cazar al Abuelo Oso Pardo.

Provocaba a los osos para que le persiguieran. Yo amaba a ese hombre. Relumbraban los fragmentos de viejas historias. Lo he utilizado una o dos veces, cuando ni el fuego ni los dardos desanimaban al Abuelo Oso Pardo. No parece que seas muy listo. Buscaba con los ojos la salida, como sopesando sus probabilidades.

Porque la gente a tu alrededor te nubla la mente e impide que tus pensamientos sean puros. Yo te conozco, Rayo de Luz. Te vi nacer. Son demasiados. Oh, les he visto venir. El hielo se derrite.

Los animales se mueven y los humanos los siguen. Te voy a decir una cosa. Se sostuvieron la mirada durante un buen rato. Respetas a tus mayores. La Tribu tiene dos elecciones: puede luchar… y morir, o puede unirse a los Otros, ser absorbido por ellos como la sangre en el pelaje del zorro. Pero el Padre Sol nos dio la tierra y los animales. Sobre los hombros llevaba una piel blanca. Muy interesante. Se hizo un largo silencio. Me dejan… bueno…. He visto que los Otros se acercan deprisa.

No te queda mucho tiempo. Lo siento, esposa. Lo siento mucho. Era mejor que pudrirse por alguna enfermedad que le consumiera. Todo el mundo tiene que cuidar de los suyos. Una vez fuimos estrellas. Comemos lobos, y ellos nos comen a nosotros. Todo es la misma vida. La Mujer Viento aullaba en el exterior y la nieve penetraba para congelar sus pieles y fustigar sus rostros. El que Grita hizo acopio de fuerzas para salir a rastras y encontrarse con un rostro encapuchado.

El que Grita la miraba fijamente. Es mucho tiempo para mantener una promesa. El agua te quita calor, desperdicia el poco que te queda. Pero yo no puedo levantarme otra vez, muchacha. No puedo.

En eso hay Poder. En un momento tendremos fuego y calentaremos algo de grasa. Hasta entonces, mantente caliente. Mucho peor. Tengo hambre. Por eso no hay que tenerles miedo. Dio resultado. Ya lo sabes, es como irse hundiendo.

Apenas te das cuenta. Esa nariz tuya puntiaguda era hermosa. Ahora es tan afilada y fea como una punta de flecha. Eso me hace sentir mejor. Sus manos aletearon salvajemente en torno a los hombros de la mujer. Puede que a estas alturas ya sean unos cuantos. Ya lo ha hecho alguien.

Apenas puedo caminar durante el invierno. Me hiciste un favor, de verdad. Necesitaba una herida profunda que me obligara a alejarme de la Tribu. No me gustabas. Esa afilada lengua tuya no dejaba de moverse. Ven a comer antes de que se acabe. Una lenta sonrisa se dibujaba en el rostro de su vieja enemiga, y unas chispas iluminaban sus ojos. Tengo algo para tus articulaciones.

A Garza le dio un ataque de histeria ante los ojos y la boca abierta de Rama Rota. Se dio la vuelta y le hizo a Rama Rota un gesto para que la siguiera mientras echaba a andar por la blanca planicie hacia Rayo de Luz. Esa vieja bruja nunca ha podido dejar en paz a nadie.

En torno a ellos, la planicie helada brillaba con un resplandor perlado. Te he guardado un poco. Eres una buena chica. Estamos salvados. Para el atardecer, Agua Verde estaba en la cima de un cerro, mirando asombrada el refugio de Garza; era una maravilla. Hasta entonces, las aguas termales eran un simple goteo. Lo digo en serio. Bueno, tal vez eran historias falsas. Enseguida pusieron manos a la obra para levantar apresuradas guaridas.

Tenemos que hablar de muchas cosas. El viento barre la nieve, hay sauce y se puede conseguir musgo y hierba. Hubo un rumor entre los presentes. Se hizo un embarazoso silencio.

Las llamas iluminaban rostros tensos. No te preocupes. Yo… —Calla, muchacho. Tienes que volver, Garza. La Tribu te necesita. No hay fuego. Como siempre. Como dijo su hermano, Cazador del Cuervo, es propenso a las ilusiones. Te voy a llevar a una caza de verdad. Conozco el lugar. Ellos me oyen y me escuchan. Le puso una mano en el hombro. Que yo fui el primero en nacer y que estaba bajo un rayo de luz.

Garza dice que estaba recogiendo mejillones. Vio el agua que brotaba muy arriba, salpicando de blanco a la luz de la luna. Luego sus ojos se dirigieron sorprendidos al escondrijo de Garza. Eso es lo que he prometido. No deben sufrir. El animal que iba en cabeza estaba ya casi a su lado.

Dos nubes de aliento manaban de su nariz. Tu vida es nuestra vida. Avanzaron hacia el redil, los dos juntos. La vieja hembra miraba a los lados. Desde una cierta distancia, los ojos escrutadores de Garza se clavaron en los suyos. Las palabras resonaron en su mente. El agua bajaba en hilillos de los escarpados cerros. Engordaron los rostros y los miembros se hicieron fuertes y robustos. Era el mejor tallador de piedra de la Tribu.

Mira, mira lo bien que se corta la piedra. Las esquirlas son anchas y planas. Es maravilloso. Una buena herramienta de piedra, como esta cuarcita, o un cuarzo fino… bueno, mejora el alma.

Con esta herramienta fue pelando cuidadosamente la corteza de las varas de abedul, suavizando los nudos y utilizando una llave de hueso para estirar las varas sobre un fuego bajo. A las mejores piezas les hizo una hendidura para ajustar en ellas las puntas que tan expertamente tallaba El que Grita. Cerraban las junturas con cuidadosas puntadas, y dejaban el pelaje hacia dentro para que sirviera de aislante y para que se evaporara el mortal sudor.

El pelo tiene que ser duro. La parka que va por encima lleva el pelo hacia fuera… y la que va por debajo, de piel de cervato, va con el pelo por dentro. Son como un refugio para cada persona. Por eso llegan casi hasta las rodillas, como si fuera una tienda a tu alrededor, y las largas botas se meten dentro. Una bandada de gaviotas giraba hacia el oeste.

Debe aproximarse una manada. Estamos vivos. Yo no… bueno. Sabe mucho sobre la gente. Siempre has sido listo… pero eres demasiado apasionado. Ella cree que tal vez ha llegado el momento de que yo piense en lugar de gritar primero. Una arruga le cruzaba la frente—.

Yo… yo creo que todo estaba en la cabeza de Rayo de Luz. Es su problema. Odio verle sufrir. No quieres verle sufrir. Nunca hemos buscado el agujero del que habla Rayo de Luz. Yo no me voy a perder la Danza de Agradecimiento. Si esperamos, tendremos que atravesar el pantano. Las hierbas se retuercen tanto que uno puede romperse un tobillo.

Tenemos las tormentas de primavera para mantener el suelo helado. Y sobre el suelo helado se puede caminar. Podemos volver y acampar al pie de las colinas donde la Mujer Viento se lleva la nieve. Luego ya veremos. La nariz aplastada de Liebre que Salta aleteaba. Es el camino de la Tribu. Los arbustos echaban hojas verdes a lo largo de abruptos riachuelos, y el penetrante olor del sauce y el ajento flotaba en la brisa.

Una sacudida de la cabeza, un suave olisqueo llevado por el viento. Tal vez hoy. Tal vez. Esta vez no. No era mucho. Una larga oreja. No, espera. El asustado cervato iba tras ella. Buen tiro. Se ha metido muy adentro. Hace mucho tiempo. Muy oscura. Le has dado bien. Siguieron caminando mientras el sol se inclinaba lentamente hacia el oeste. Es sangre espumosa. Le ha rezumado del morro. Ya debe estar muerta.

Ya es nuestra. Sobre ellas se entrecruzaba el rastro del cervato. No esperaba que fueras tan fuerte. En adelante las cosas iban a ser duras. Ella fue a mover la cabeza, pero se contuvo.

Realmente no le odio. Y Llamador de Cuervos. Una mujer tiene derecho a huir de un hombre que abusa de ella. Y Llamador de Cuervos abusaba de ti. Eso lo saben todos. No puedo juzgar. Pero para ser sincera, me alegra poder seguir mi olfato por un tiempo. Hay honor en ello. O bien se asustan de tu sangre y no te quieren junto a ellos, o te abren las piernas para reptar sobre ti.

Un espeso charco de sangre empapaba el suelo de piedra menuda. Las huellas se desviaban hacia un hueco a la derecha. Pero… espera. Ha dejado caer la cabeza. Zorra Danzarina estaba radiante de gozo. Deseaba sentir sus brazos en torno a ella durante las largas noches del invierno. Su pelo negro, largo hasta la cintura, ondeaba al viento.

Abajo, la Tribu se iba abriendo camino por los mullidos senderos entre las corrientes del deshielo. Bajo el sol oblicuo brillaban plateados charcos de agua. Pero me alegro de que no te vayas. Hace diecisiete Largas Luces. Pero la verdad de esas palabras martilleaba sonoramente en su interior, como un tambor de aviso—. Deja de hacer el tonto. Yo he pasado por eso. La necesidad de seguirles le gritaba sordamente en el pecho.



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